Por: Fernando Malkún.
El
fin del Mundo, el fin de la civilización desarrollada sobre la Tierra
sucede cada 26.000 años. Eso dura el Gran Ciclo Cósmico que determina la
existencia de cataclismos periódicos generados por uno de los 4
elementos. Hace 13.000 años -nos encontramos exactamente en el punto
medio del actual Gran Ciclo- sucedió el diluvio universal y fue el
elemento agua el que produjo la destrucción de la anterior civilización:
la Atlante. El Sol activado desde el centro de la galaxia, intensificó
su irradiación de energía hacia la Tierra, generando el derretimiento de
la capa de hielo que en ese momento cubría todos los continentes. El
agua del deshielo, cayó al mar y elevó su nivel en 120 metros, una
enorme evaporación generó una lluvia permanente que se prolongó por
mucho tiempo. Como resultado la cadena de islas donde se encontraba
Poseidonis -su capital- ubicadas sobre el punto de contacto entre las
placas tectónicas que sostienen el Océano Atlántico, se hunden bajo las
aguas.
Hace
39.000 años el cataclismo -esta vez lo originó el elemento fuego-
cuando la erupción simultánea de todos los volcanes sobre la Tierra
causó la destrucción de Lemuria, la civilización que se encontraba en el
centro del Océano Pacifico, donde hoy se encuentran las islas de Hawai.
Esos
eventos no sucedieron por casualidad, forman parte de un Plan Supremo,
diseñado por la Divinidad para permitir la aparición periódica de nuevas
realidades, de nuevos ordenes sociales capaces de generar nuevas
experiencias que permitan encontrar nuevas comprensiones -sobre su
propia esencia, sobre la realidad en la que existen y sobre la esencia
del amor- a la diversidad de seres que reencarnan sobre la Tierra,
mientras esta y el sistema solar, avanzan por el espacio.
Sucede
lo mismo -pero a una escala más pequeña- con las vidas de todos los
seres humanos a quienes el fin de su mundo, de su personalidad y de sus
correspondencias de aprendizaje, sucede en un intervalo máximo de 80-100
años. Tiempo exacto en que su mente se cristaliza, ya no quiere
aprender nada nuevo porque cree que ya lo sabe todo, ya no desea obtener
nuevas comprensiones, lo que detiene el proceso evolutivo de su
consciencia. En ese momento sobreviene la llamada ¨muerte¨ que le da la
oportunidad de cambiar su cuerpo, su sistema de creencias y sus
correspondencias de aprendizaje. Nace en otro lugar, en el seno de una
nueva familia de la que hereda nuevos y distintos recursos, en una nueva
cultura para darle la oportunidad de cambiar totalmente el punto de
vista que tenía sobre la realidad y gracias a ello obtener nuevas
comprensiones sobre la vida y sobre el propósito de la consciencia.
El fin del Mundo, el fin de la civilización desarrollada sobre la Tierra sucede cada 26.000 años.
La
intención creadora de un universo con cien mil millones de soles,
alrededor de los cuales órbitan infinidad de planetas, donde una eterna
sucesión de seres tienen experiencias en carne propia, no es otra que la
manifestación de la potencialidad divina para encontrar comprensiones
sobre su propia esencia, infinita y eterna. Un niño recién nacido tiene
la potencia de ser astronauta, pero no obtendrá las comprensiones que
serlo le producen, hasta que no crezca y se convierta en uno. El
absoluto creador tiene la potencia de ser lo que desee, lo que su
voluntad decida, sin embargo su potencia de ser no le genera comprensión
hasta que no sea convertida en actualidad, en experiencia presente. El
infinito ser manifiesta -dentro de si mismo y de si mismo- una infinidad
de seres, capaces de vivir una sucesión infinita de experiencias
finitas, en las que libres y con el poder para crear la realidad que
deseen, obtienen comprensiones sobre su propia esencia de amor. Su
libertad es total, sin temor a castigos en infiernos eternos, pueden
incluso atentar o actuar en contra del orden que sustenta la realidad
misma. El absoluto no busca que tengan conductas que el considera
ideales, esto limitaría la capacidad para encontrar comprensión sobre su
propia potencialidad, que es el propósito de la vida. Solo dispone una
regla muy sencilla, pueden crear lo que deseen -de la misma manera que
el crea- pero están obligados a experimentar su creación en carne propia
para que sepan si crearon armonía o crearon sufrimiento. Con esa
intención exhala consciencias inocentes, vulnerables por ser creadas
vacías de información, que encarnan para interactuar los unos con los
otros. Así encuentran que es verdad, que genera armonía, que crea la
excelencia, que pensamientos, decisiones y acciones les permiten
conectar con la fuente para tener una vida feliz y cuales no.
La
inocencia se convierte rápidamente en ignorancia al creer todo lo que
le dicen, acepta falsas creencias y falsa información de quienes aún no
han acumulado sabiduría y discernimiento sobre que produce bienestar y
que produce sufrimiento. Sin embargo, el Plan Divino tiene un método
perfecto para garantizar que los aprendices de creadores aprendan a
crear realidades perfectas. Sin violar su libre albedrío, impulsa su
evolución utilizando su deseo de ser felices, de ser abundantes, sanos y
de tener buena compañía. Les permite buscar por ensayo y error lo
verdadero, la manera para no sufrir y para ser felices.
La
ignorancia colectiva crea experiencias -como la guerra- que solo
producen sufrimiento -porque lo que es falso siempre produce sufrimiento
y lo que es verdadero siempre genera armonía- cuya experiencia en carne
propia genera en sus creadores un profundo sufrimiento. Sentir la
muerte violenta de los seres que aman y la destrucción total de su
realidad, los lleva a valorar el consenso, el acuerdo y la paz, logrando
que el error que condujo a la guerra no se repita. La búsqueda egoísta
de la felicidad individual genera la evolución de la consciencia, el
descubrimiento y la comprensión de lo que es verdad: la humildad, la
serenidad, la incondicionalidad, la neutralidad, el respeto, la
tolerancia, el amor. Todas características esenciales del absoluto
creador del Universo de cien mil millones de soles.
El
Plan Divino dispone que esos soles se agrupen en galaxias y que cada
una de ellas albergue en su interior seres en distintos niveles
evolutivos, con distintas capacidades y rangos de percepción de la
realidad. Entre todos conforman un entramado perfecto en el que todos
evolucionan al relacionarse los unos con los otros. Un entramado de
consciencias experimentando en distintos reinos: el angélico, el de los
elementales, el de los minerales, el vegetal, el animal, el de los seres
humanos, el de los maestros ascendidos, los regentes planetarios y
galácticos y el de las divinidades.
El
Plan Divino impulsa la evolución de todos esos seres, de manera que den
saltos cuánticos dentro de los niveles de su propio reino y de ahí
asciendan al reino inmediatamente superior, así garantiza que todos
alcancen la iluminación. Para ello los centros galácticos palpitan en
dos intensidades distintas: Cada 26.000 años emanan una súper onda de
energía, que activa los soles a irradiar más energía durante un
intervalo muy corto de tiempo. Esto produce poderosos vientos solares
-materia expulsada por el Sol- que golpea el campo magnético protector
del planeta y lo empuja hacia adentro, comprimiendo la atmósfera, lo que
a su vez empuja las placas tectónicas que no solo le dan forma al
planeta, sino que contienen el magma hirviente de su núcleo. El
movimiento activa uno de los 4 elementos o su combinación para generar
un cataclismo: Tierra-terremotos, Agua-inundaciones, diluvios,
derretimiento de los hielos, cambios de clima, tsunamis.
Fuego-erupciones volcánicas, cambios drásticos de clima, Aire-tornados,
huracanes. El cataclismo produce el Fin del Mundo sobre el planeta, al
que sobreviven unos pocos Noés, que son los encargados de sembrar una
civilización sobre la Tierra que produzca nuevas experiencias y nuevas
comprensiones.
Y
en el punto medio de cada Gran Ciclo Cósmico, 13.000 años después del
cataclismo, cuando una nueva civilización ya está asentada sobre el
planeta, los centros galácticos vuelven a pulsar pero con menor
intensidad. Los soles se activan nuevamente aumentando su irradiación
hacia los planetas, pero esta vez no en una intensidad capaz de provocar
un cataclismo.
Y
en el punto medio de cada Gran Ciclo Cósmico los soles se activan
nuevamente aumentando su irradiación hacia los planetas, pero esta vez
no en una intensidad capaz de provocar un cataclismo.
El
propósito del Plan Supremo es que esa energía adicional eleve la
frecuencia resonante residente en los planetas. Todo planeta capaz de
albergar seres humanos en evolución, tiene una cavidad hermética entre
su corteza sólida y la Ionosfera -la piel de su atmósfera- en la que
resuena permanentemente una onda de muy baja frecuencia vibratoria que
es como el latido de su corazón. Se llama la frecuencia de resonancia
Schumann por su descubridor y obviamente afecta la mente de los seres
rodeados por ella. Esta frecuencia -que se ajusta a esa cavidad
esférica- se eleva porque al llegar más energía del Sol a la Ionosfera,
aumenta la carga eléctrica que allí reside. Esto hace que caigan mas
rayos, centellas y que aumenten las tormentas eléctricas alrededor del
planeta. Cada rayo que cae golpea la corteza y genera una onda que
resuena dentro de esa cavidad esférica, acelerando el latido del
planeta. Esto afecta la mente del hombre y estimula una ampliación en su
rango de percepción de la realidad, ve más de lo invisible, lo que
amplía su consciencia y estimula un replanteamiento de su realidad.
En
ese corto intervalo de tiempo -solo 40 años, en el punto medio de un
ciclo que tiene 26.000 años- nos encontramos ahora. 13.000 años exactos
después del diluvio universal, en un intervalo de cambio muy rápido e
intenso. El planeta aceleró su latido pasando de 8 pulsaciones por segundo a 13 pulsaciones por segundo. Los
rápidos e intensos cambios que suceden en la naturaleza y los que está
experimentando nuestra sociedad, nos confirman que estamos recibiendo el
flujo de energía del ritmo intermedio del Gran Ciclo y que nuestro
mundo se encuentra en el período de transformación que los Mayas
llamaron ¨El Tiempo del No-Tiempo¨. El que luego de un profundo reajuste
del orden existente, dará paso a 13.000 años de luz. Experimentamos un
¨Momento Evolutivo¨, una coyuntura única en la que tenemos la
oportunidad de definir como queremos que sea la sociedad en la que
queremos vivir. Cambios de todo tipo, sociales, políticos, económicos,
religiosos, tecnológicos e innumerables fenómenos naturales
científicamente comprobados, están provocando actualmente una gran
Crisis Planetaria y son señal que el Gran Cambio profetizado por los
Mayas está en proceso. No vivimos entonces el fin del mundo sino su
transformación en un mundo nuevo.