El ombligo del Pacífico
Hace millones de años, antes
incluso de que el agua llegase a nuestro mundo, la misma galaxia estaba en una
transformación constante. Los portales interdimensionales se abrían y cerraban
en varios planetas, y la frecuencia de activación de luz en forma de materia
variaba en todo los planetas alrededor de los diferentes soles.
En el sector Solar de nuestro
sistema, Marte y Venus eran los planetas con más vida, pero ésta estaba por
finalizar debido a los cambios que las jerarquías estelares sufrían tras los
pulsares de las estrellas centrales. Por so la misma naturaleza, supervizada
por la Federación Galáctica, escogió un punto medio para canalizar toda la luz
y transformarla en Portal Material de regeneración, y convertir un único
planeta en Portal de Paz y Luz dentro de todo el sistema.
El seco planeta, envuelto en lava,
que fue elegido para esto, era la gran roca que se encontraba entre Venus y
Marte. Este mundo de fuego, sería fecundado por un mundo de agua, y ambos
generarían las bases de la vida que daría lugar a que este mundo se convierta
en un Portal.
Así, ese planeta fue enviado a este
mundo, generando una de las más grandes colisiones que podamos haber tenido en
la historia planetaria. Tras el gran colapso, todas las masas de lava y tierras
fueron empujadas hacia un extremo del mundo, quedando en el opuesto un
gigantesco cráter, el mayor cráter que podamos imaginar. Su largo y ancho,
equivalían a la extensión de ambas Américas, y el fuego allí surgió como una
cadena enorme de volcanes que ardieron durante miles de años.
La condensación de las energías de
ambos mundos, crearon un clima gaseoso que envolvió al mundo. Pero el trozo más
grande que se desprendió de esta colisión, impidió que los gases se disiparan
por la gravedad, creando un campo de fuerza que sostuvo alrededor del mundo
toda la condensación en la superficie.
Este satélite, es conocido hoy como
la Luna.
Los gases comenzaron a moverse alrededor del mundo, arrastrados por la gravedad
lunar, y cayendo precipitadamente sobre la lava y los volcanes. de esta forma,
el oxígeno y el hidrógeno se unieron, creando las mayores lluvias que podamos
imaginar. Durante miles de años, constantes lluvias azotaron al planeta,
llenándolo de aguas, de tal forma que éstas fluyeron hacia las grietas,
cañones, cráteres, apagando el fuego externo, y dejando a la vista grandes
masas de agua, pero sobre todo, una podía verse desde lo más lejos en el
espacio, el gigantesco cráter que la Luna había creado sobre la Tierra, se
apreciaba azul y enorme, imponente e hipnotizante: el Gran Océano Pacífico.
Tras miles de años de
transformación, las tierras comenzaron a dividirse, llegando a ser desde la
famosa Pangea, hasta los continentes actuales. Durante millones de años, las
caras de la Tierra fueron cambiando, pero el Pacífico siguió allí, guardando un
secreto en sus placas. En su centro, se alzaron los
volcanes más grandes del mundo, los volcanes que mantendrían la conexión primigenia
del núcleo de la Tierra con el exterior fresco de sus aguas.
Como decían los pueblos nómadas del
océano, quienes migraban entre las islas, fue allí en el centro, donde la Diosa
del Fuego, Pelé, y la diosa del Agua, Na-maka-o-Kana'i, se reunieron.
La
tradición cuenta que la diosa
del Fuego, buscaba un sitio donde crear su hogar, pero para hacerlo fue
huyendo de su hermana, la Diosa de las Aguas, quien cada vez que quería
construir su casa, destruía todo, por los celos de que su pequeña
hermana había enamorado a su marido. Hasta que al fin pudo encontrar un
lugar en la montaña más alta del mundo, el Mauna Loa. En el centro del
Pacífico, construyó el hogar que
mantenía la conexión de las Madres de la Tierra. Las 7 Islas de Hawai’i
se alzaron sobre el océano, y en ellas mantuvieron el nexo entre todas las
tierras del mundo.
Aquél era el nodo del Pacífico, el
nodo que conectaba a todo el mundo, el motor del mundo.
No obstante, allí, la dualidad del Fuego y el Agua debían volver a hermanarse, a unirse para la gran activación.
La Rueda del Planeta
Cuando buscábamos información sobre
los nodos planetarios del Mundo, sabíamos que no podíamos dejar de lado a todo
el Océano Pacífico. La mayoría de los puntos que tocaríamos eran continentales,
pero dentro de la Gran masa de Aguas del planeta, no había ningún continente,
ni siquiera la serpiente de Luz de la que veníamos hablando, siquiera tocaba
esa parte del mundo. La placa del Pacífico estaba mu bien definida en
comparación a las otras, separada de la serpiente, sólo tocando sus límites por
debajo de los océanos y mares.
Pero allí estaba marcado, en el
libro de Robert Coon, en el cual habíamos basado una parte de nuestra
búsqueda, todo el mapa del planeta mostrando sus chakras para la concepción de
aquel entonces, y los nodos o ruedas que hacían girar la energía planetaria. Una
de ellas, estaba en Bali, donde ya habíamos ido, pero la otra, grande e
importante, estaba en la Gran Isla de Hawai’i.
Allí la energía estaba en constante
transformación, y representaba una rueda de creación y conexión con el centro
de la Tierra.
Fue así que decidí que era
importante visitar la isla, pero los significados de por qué Harwitum debían
pasar por allí, tenían que ver con otras cosas además, algo que iría
descubriendo en los próximos pasos en Estados Unidos.
El Este y el Oeste
Con Roy, en Hopiland, habíamos
hablado bastante de la unión entre el Águila y el Cóndor, de la Mente y el
Corazón, del Norte y el Sur… así como todos estábamos moviendo aquella
conciencia, del Camino del Norte al Sur. Pero él me dijo que en la sabiduría
antigua, de los aborígenes, había 4 lados que deben unirse: el norte
y el sur, y el este y oeste. Los primeros representan la mente y el
corazón, y los segundos el dar y el recibir.
El Este, representaba las tierras
del descubrimiento del ser, en el levante del sol, en Asia. Por alguna razón,
se había elegido el centro del Pacífico para determinar el inicio y fin de un
ciclo diurno. Japón representaba el país por donde el Sol sale cada mañana, y
Estados Unidos el país donde se pone cada tarde.
Ambos, a la misma distancia y altura,
forman como una media luna en sus costas, una creciente y la otra menguante.
Titus, el padre hopi adoptivo de
Roy, tenía muy en claro que era necesario unir ambos, y su esfuerzo de vida y
dedicación tenían que ver con hacer llegar ese mensaje. Tal vez por eso, adoptó
a alguien proveniente de Indonesia para dar el mensaje de la unión de los dos
extremos. Roy estaba uniendo en sí el Este y el Oeste. Es por eso mismo, que en
honor a sus pasos dados, Roy había hecho algo muy significativo tras la muerte
de Titus: allí en tierras Hopi, había enterrado sobre un lugar sagrado en el
desierto, uno de sus zapatos, mientras que el otro, fue enterrado en el monte
Fuji, en Japón. De esa forma, representó los dos pies firmes sosteniendo ambas
tierras bajo un mismo propósito.
El símbolo aborigen, compartido por
muchas culturas de la antigüedad, hasta incluso hoy por los cristianos
ortodoxos, es una cruz de cuatro lados iguales envueltas en un círculo que
representa el sol. Los equinoccios y solsticios, el norte y el sur, el este y
el oeste, los 4 en equilibrio para que el mundo pueda funcionar.
Cuando la civilización actual
utilizó los 4 puntos para delimitar los sectores planetarios, éstos dejaron de
ser un símbolo de equilibrio, para convertirse en un símbolo de conflicto y
separación: Hemisferio Sur, Hemisferio Norte, Occidentales y Orientales.
El mundo estaba partido en 4
partes, y todos creían que eran diferentes, habiendo olvidado que en realidad,
eran complementarios.
La sabiduría Oriental se vio
afectada por la mentalidad Occidental, las emociones del sur se vieron regidas
por la jerarquía del norte.
Pronto algo comenzaría a llamarnos
la atención, para recordarnos lo cerca que estábamos los unos de los otros… y
cual era el punto medio que debía conectar a los soles de nuestro mundo.
La Segunda Guerra Mundial
Todos habrán estudiado esto en la
escuela en algún momento, lo cual no es sinónimo de haberlo aprendido.
De todas formas, no vamos a hablar
precisamente de los hechos históricos aquí (faltaría que sea yo ahora quien les
repita toda la historia otra vez), sino que nos vamos a centrar en los Sentidos Históricos desde la visión del
Universo.
Cabe mencionar, para el que nunca
ha ido o escuchado alguno de mis talleres, que en el Universo no existe ni Mal
ni Bien, y que para los sistemas estelares las guerras no son más que
herramientas de trasmutación densa que permiten cambios a gran escala.
Cuando los mundos están en
evolución de 3D aprendiendo a través de la desconexión con la divinidad, las
catástrofes naturales o las guerras son los medios por los cuales se genera un
shock en el Ser capaz de despertar conciencias diferentes sobre la realidad.
La Primera y Segunda Guerras
Mundiales tenían que ver con despertar registros dormidos durante tiempo en la
Humanidad, permitiendo que el estancamiento de los sistemas se destrabase, y
por lo tanto, despertando la conciencia de Nueva era, de los Derechos Humanos,
de la Libertad de Expresión, de la Individualidad, y muchas otras cosas que
hasta ahora estaban detenidas.
Uno de los focos a tocar, era el
nodo que actuaba de conexión con los Registros más activos de la Tierra desde
su interior, punto medio de conexión entre el sol saliente y el poniente.
Fue así que movido por el Triple Eje, en la cual los Imperios
Alemán y Japonés tenían mayor voz, comenzaron a hacer frente a los países que
amenazaban su expansión por el mundo. Este grupo de países, eran Los Aliados, quienes tenían como mayor defensor y sostén al gran Estados Unidos, y fue a él quienes
los alemanes y japoneses, decidieron atacar.
Era difícil para aquél entonces
viajar largas distancias en una guerra, pero los Alemanes tuvieron la idea de
concentrar las fuerzas en el Océano Atlántico, debilitando la retaguardia, en
el Océano Pacífico. Fue así que los Japoneses, pudieron armarse de aviones que
viajaron hasta la base Estadounidense que amenazaba con en algún momento,
atacar las costas niponas. De esta forma, un día tranquilo, la base de Pearl
Harbour en Hawai’i, fue tacada y devastada por las fuerzas japonesas.
Como resultado, la furia de Estados
Unidos decidió atacar Japón, creando la mayor devastación en la historia de las
Guerras: la fuerza Atómica.
Hawaii fue ese punto medio, en que
Japón y Estados Unidos se encontraron cara a cara. Los registros de las 7 islas
se removieron, incluso provocando tiempo después un tsunami que aún hoy los
hawaianos recuerdan.
Hace miles de años, las islas del
Pacífico habían sido asentamiento de una de las primeras Humanidades: Mu o Lemuria.
Como habíamos hablado en el
Episodio anterior, esta civilización de extendió por todo el Pacífico y parte
de Índico. Muchos dicen que antes en la región del Pacífico había un enorme
continente que de repente desapareció. Según mis recuerdos, no había un
continente enorme, sino placas más grandes de tierra volcánica que se extendían
entre las islas, incluso uniéndolas formando una sola, desde Filipinas e
Indonesia, Fiji, Taiwán, Samoa, Islas Marianas, Rapa Nui y las islas de
Hawai’i. El mar era el lugar más tranquilo y protegido para esta humanidad que
conectaba el cielo y la tierra, lejos de los líos de la evolución continental.
Pero ese mismo asentamiento, tras los grandes cambios tectónicos de hace 25 mil
años, con el derretimiento de los polos, las migraciones de los humanos, el
clima caliente, y las grandes inundaciones y erupciones que partieron las
islas, debieron marcharse y dejar ese mundo en transformación.
Ellos sabían que Hawai’i poseía una
energía impresionante capaz de conectar los registros más antiguos de la Tierra
con los más Nuevos, y que representaba un motor para los continentes. En su
centro, las energías de la Luna habían quedado plasmadas, rodeadas del gran
cráter repleto de aguas, era el punto de conexión primordial con la red
planetaria.
La sabiduría de la madre tierra
fluía por la lava de sus volcanes los cristales y minerales de cada erupción.
Los cetáceos buscaban sus costas para reproducirse, moviendo la información por
los océanos. Allí, el mundo interno se conectaba con el externo, era el gran
portal que conectaba el Este y el Oeste, la Luna y el Sol, el Norte y el Sur.
El punto medio que movía la rueda sagrada del planeta.
Los dos Volcanes
Se suponía que debía encontrarme
con tres personas durante mi estadía allí, una, Jean, cuyo contacto me había
pasado César, en Finisterre. César estaría en Hawai’i entre el 3 y el 12 de
Agosto, fechas en las que yo estaría en Galápagos.
Algo me llamó la atención de este
encuentro.
Según me contó él, iría a
encontrarse con Jean, una mujer que hacía años tenía contacto con los
Intraterrenos y los cetáceos en las islas de Hawai’i, para realizar un camino
especial por debajo de la Tierra, por los Océanos.
Yo sabía que Hawai’i representaba
el motor del Gran Padre: las conexiones volcánicas se dirigen desde las islas
hacia la falla de San Andrés en la península de California Sur, conectando con
los volcanes de la cintura del Gran Padre Sabio, en el centro de México. Su
fuerza, alimentaba la red del Gran Padre, mientras que en el Pacífico Sur,
otras islas volcánicas cumplían esa misma función para los Andes: las Galápagos.
Justo en los mismos días, ellos comenzarían algo importante en Hawai’i,
mientras por otro lado, yo estaría iniciando ese motor en los volcanes del
Ecuador. Algo hacía que estemos en sincronía… no obstante, no pude comunicarme
con Jean y hablar de esta sincronicidad.
Además de esto, los amigos de
Edward, justo en esos días ninguno estaba en las islas. Por eso mismo, me tocó
conectarme simplemente a mí. Tal vez el silencio era lo que más necesitaba para
comenzar a recibir los mensajes.
Esa misma noche, tuve un extraño
sueño.
Seres de otros mundos, pero
familiares para mí, se me acercaron en los sueños. Me hablaron sobre la gran
conexión. Sentía en su esencia la vibración de Lemuria, con la cual nunca antes
me había relacionado. Ellos me guiaron por las montañas, y me hacían dormir
incluso en el mismo sueño. Pronto vi delfines, por todos lados en el mar, e
incluso, algunos me guiaban a las montañas. Vi dos montes, y cómo por uno salía
el sol, y por el otro se ponía. “Es
momento de unirlos”, se me vino a la cabeza… y entonces desperté. Sentí que
durante esa noche, no había estado sólo en la habitación. A diferencia de otras
veces, el ambiente se sentía como si hubiese compartido la habitación.
Esa sensación, me llevó a querer
conectarme con los cetáceos. Jean era quien podía hacerlo, pero no pude
encontrarla, por lo que decidí ir al mar.
Allí volví a dormirme, y miles de
imágenes pasaban por mi cabeza. Ruedas, girando, estrellas girando, delfines
alrededor de la isla. Una enorme ballena levantaba su cola, y todos mostraban
los volcanes.
Así, al día siguiente, fui temprano
camino a los dos grandes volcanes de la Isla.
Ambos, el Mauna Kea y el Mauna Loa,
son los puntos más grandes de Hawai’i, y de casi el mundo entero. Desde su base
en el océano, hasta la cima, se elevan desde las profundidades de la tierra
hasta por encima de las nubes. Uno es conocido como el monte Blanco, y el otro
el Negro. El Mauna Kea es más alto que su hermano, y su cima se llena de nieve
en invierno. Mientras que el Mauna Loa, permanece oscuro por sus tan recientes
erupciones que han dejado tantos caminos negros a su paso. Como una hora y media, estuve
escalando el monte de Mauna Kea hasta la cima de una de sus bocas volcánicas.
Caminar por el suelo movedizo y empinado de un volcán no es nada fácil, más
arrastrando la cámara y demás. un frío tremendo envolvía el ambiente, y desde
la cima de aquél rojizo volcán, podía ver claramente toda la isla, y sobre
todo, enfrente mío, el Mauna Loa.
Allí donde estaba, volví a
dormirme. En el camino de subida, ojos me acompañaban desde las nubes,
increíbles, algunos tan claros que pude hacerle fotos. Sentí que me hablaban en
el trayecto, y que me daban consejos en cada paso. Podía sentir que no eran mis
guías, sino otros seres, con una energía más parecida a la humana, seres que
habían habitado estas tierras, o que aún lo hacían desde otro nivel. Sentí su
compañía en cada momento, y cómo la información se me era ofrecida en forma de
delfines a mi alrededor. Jamás había visto tantos delfines en mis sueños o meditaciones…
Acostado allí, bajo el sol, pero
con frío invernal, pude reconocer la energía del Este en este volcán. Sentí la
conexión con las tierras de Japón y toda Asia oriental. El paso del sol
naciente al sol poniente. Mauna Loa representaba las Américas, sobre todo,
Norteamérica, quien recibía esa energía. El punto medio debía ser conectado.
Toda la labor, por alguna razón, era dada desde el sueño, y fue ahí cuando me
di cuenta, que la mayor parte de la labor que estaba realizando en ese momento,
lo hacía mientras todas las conciencias que me acompañaban en este viaje
estaban durmiendo. En la mayoría de los países que siguen Harwitum, ya eran las
2 o 3 am, o las 22, o 23 horas. Todos estaban por ir a dormir pronto, y por
eso, la labor, la haríamos desde la red de los sueños.
Sentí que durante el rato que dormí
allí, me moví por ambos volcanes generando círculos y vórtices, absorbiendo sus
energías para llevarla a México. Aunque el resultado de ello, por el momento en
la 3D, fue que al despertarme, mi rostro se había tornado de color tomate.
La llave Volcánica
Habiendo reunido a ambos volcanes
en un infinito que todos creamos en los sueños, me dirigí hacia uno de los
volcanes activos de la isla, a los pies del Mauna Loa, mirando hacia Occidente,
estaba el gran cráter activo de Kilauea.
Mi objetivo era depositar la llave
en su interior (a lo que me sentí un poco Frodo o Golum del Señor de los Anillos… corriendo
antes de que el sol se ponga para depositar la llave – anillo en su caso – en
la lava ardiente del volcán).
No obstante esto, en el Señor de
los Anillos, tenían Trols y monstruos que impedían llegar al volcán, pero en mi
caso, tenía Museos, Guardias de Seguridad, y multas si me atrevía a ingresar al
predio…
Llegar a la boca del volcán está
prohibido, y la única manera de hacerlo es por Helicóptero. Por eso decidí
seguir el camino de la lava. Desde el cráter del Kilauea, se extiende un camino
de cráteres que se dirige al mar. La lava, tiene su epicentro de salida en el
volcán famoso, pero luego, hay varias salientes, chimeneas, que se dirigen
hacia el mar, donde está la otra boca. En un camino de 45 minutos en
coche, seguí ese flujo de lava, hasta un lugar inhóspito en la costa, donde
solo se aprecia lava volcánica seca, sin árboles, cayendo como acantilados
hacia el poderoso mar. Allí me dispuse a hacer la entrega de la llave.
Como había visto un rato antes, la
historia de la isla cuenta cómo las dos hermanas allí se reunieron y formaron
su hogar: el Fuego y el Agua. Era en ese punto donde el fuego
líquido se encontraba con el mar, con las olas del gigantesco Pacífico. Estuve
allí un momento, conectándome con los sueños de todos. Pude sentir algunos de
esos sueños, de los que estaban más conectados con el lugar, y conectándonos
con la luz del sol poniente, ofrecí al océano la llave, que tarde o temprano
sería tapada por la lava del volcán.
Al entregarla, pedí al océano que
su energía me mostrase y corroborase que la conciencia estaba dispuesta allí,
camino a las Américas, uniendo el punto medio del Este y el Oeste… y en ese
momento, una gigantesca ola azotó los acantilados, sacudiendo la lava seca,
semejando bajo mis pies un terremoto, lo cual me asustó, creyendo que se
desprendería el trozo de la costa, y de repente, salta metros sobre mi toda el
agua, casi a 40 metros desde el nivel del mar, sólo donde estaba yo, mojándome
por completo como si me hubiese caído al mar, 20 metros debajo de mis pies en
el acantilado. En ese momento comprendí que el mar respondió, pero también me
di cuenta de otra cosa: la cámara, el trípode y los micrófonos, también estaban
a mi lado…
Los equipos y yo, ambos mojados,
nos dirigimos de nuevo al coche, ya habiéndose puesto el sol, para regresar a
Hilo, donde debía tomar el avión a la mañana siguiente.
El Este y el Oeste se unían en el
nodo magnético de Hawai’i, donde los cetáceos bendecían mediante el sueño, en
círculos infinitos toda la región. El camino de fuego de las islas, dirigía su
energía de conciencia hacia la cintura del Gran Sabio, y un punto de luz se
anclaba en el centro del gran Océano Pacífico.
Lemuria estaba presente en esta
energía naciente, que empezaba a irradiar sus registros a nuestra red, a
nuestra wifi en construcción. Sus mensajes de sabiduría pacífica, de su grandeza
histórica, nos darían las claves para los mundos que ellos mismos dejaron como
legados en las Américas.
El Águila y el Cóndor se unían con
el Sol Naciente y el Poniente. Este punto, este nodo debía reunir a los 4
puntos allí donde la tierra fue separada, en el centro de las Américas, sitio
que muchos dieron la intención de unir, y que ahora, nuestra historia y
conocimiento, pondría también su granito de arena: el Canal de Panamá.
Pero antes, la energía de los
volcanes, y la sanación de la antigua historia del Sabio Padre, debía
iluminarse. Sólo liberándolo de su propia opresión, reconociéndose como el
Cuerpo que es, podría realmente guiar y abrir los ojos a la Humanidad del Nuevo
Mundo, en el sur, donde en su Nuevo Vientre sería gestada.
El motor estaba en marcha, y a
partir de ahora, debíamos mantenerlo activo para que su energía alimente a
aquél viejo que nos dirá a todos la historia, y cuales son los siguientes pasos
en este Gran Camino de Todos.
México debía despertar…