La
relación entre la glándula pineal y el Sol es un emblema de la relación
entre el hombre y el cosmos. Probablemente uno de los ejemplos más
estimulantes y significativos del principio hermético más citado en el
ámbito de la esoteria: “cómo arriba, es abajo” (la holofrástica de la
existencia). Un principio de correspondencia que pese a ser el
fundamento cognitivo de la “ciencia” antes de la ciencia, es decir de
los padres de la ciencia (de personajes como Paracelso, Giordano Bruno y
el mismo Isaac Newton, quien hizo una traducción de la Tabla
Esmeralda), ha sido relegado al terreno de la superstición o del
pensamiento mágico; relumbrando herejía en la estructura racional de la
mente científica. Sin embargo, hoy en día tenemos evidencia “científica”
que sugiere convincentemente que el cosmos –”el mundo de las
esferas”—tiene una influencia en la psicobiología humana. Y la clave
para entender esta “influencia”, no ya sólo desde el plano simbólico de
la astrología, es la glándula pineal, ese gran misterio de la psique.
Este
acercamiento a este enigmático tema –sin duda una de las vetas
centrales del misticismo humano—viene a colación de las recientes
tormentas solares que han estado arribando al planeta con renovada
intensidad, como generalmente ocurre en julio, pero marcando esta vez
una especie de despertar dentro del ciclo de 11 años de nuestra estrella
central. La posibilidad de que nuestro estado de ánimo e incluso
nuestro estado de salud general se vea afectado por una emanación de
partículas energéticas en el Sol hace algunos años le habría parecido
como una aberración o un anatema a la mayoría de los científicos; hace
cientos de años, les habría parecido como algo completamente natural e
ineludible. Hoy en día algunos estudios, y sobre todo un entedimiento
del funcionamiento de los campos magnéticos y de la glándula pineal,
muestran claramente que las llamadas tormentas solares inciden en
nuestro estado de ánimo y en nuestro comportamiento.
El efecto de las tormentas solares en tu cerebro
El prestigioso sitio de divulgación científica New Scientist publicó hace 4 años un artículo
en el que se citan una serie de estudios que investigan la relación
entre las tormentas solares, el geomagnetismo y el comportamiento
humano. Particularmente interesante es el trabajo del científico ruso
Oleg Shumilov, quien, partiendo de la premisa de que muchos de los
animales son sensibles a los campos magnéticos (¿y por qué no el ser
humano?), investigó la afectación del geomagnetismo en la psique humana.
Shumilov correlacionó datos de la actividad geomagnética de 1948 a 1997
y descubrió que durante los picos de actividad, de marzo a mayo, en
julio y en octubre –detonados por tormentas solares– había un incremento
paralelo en el número de suicidios en la ciudad de Kirovsk (un estudio
en Australia y otro en Sudáfrica replicó el hallazgo de Shumilov).
Otro
estudio, realizado por Michael Rycroft ex director de la Sociedad
Europea de Geociencias, encontró una correlación entre perturbaciones
cardiovasculares y perturbaciones geomagnéticas. Según Rycroft,
problemas de salud geomagnéticos afectan hasta al 15% de las personas
(así que tal vez tú seas una de ellos, por si querías descubrir el
algoritmo de causas y efectos que determinan tu estado de salud
actual).
Tal
vez no sea la Luna (o por lo menos no sólo ella), también magnética, la
que nos altera las hormonas y desquicia. Un estudio publicado en el
British Journal of Psychiatry (todos estos estudios pueden ser
consultados en el link a New Scientist) muestra
un incremento del 36.5% en hombres admitidos a un hospital por
depresión en la semana posterior a una tormenta geomagnética.
¿Cómo
es que estas llamaradas solares, también responsables de los sublimes
fuegos de plasma de las auroras, nos afectan tanto? Al parecer se debe a
que alteran nuestra producción de melatonina, un neurotransmisor que se
produce en la glándula pineal, responsable de regular nuestro patrones
de sueño y biorritmos. Según la psiquiatra de la Universidad de
Columbia, Kelly Posenr, la actividad geomagnética puede “desincronizar
los ritmos circadianos y la producción de melatonina”.
La
glándula pineal es una glándula endocrina que yace entre los dos
hemisferios cerebrales, a la altura del entrecejo. Aunque no se conoce
bien bien su funcionamiento –hasta hace poco más de 50 años se pensaba
que era un excedente de la “evolución” sin una función determinada,
acaso solamente el centro de numerosas especulaciones. Hoy sabemos que
por lo menos produce melatonina, una hormona cuya producción se ve
afectada por la luz. La oscuridad, por ejemplo, hace que se secrete
melatonina –y es por esto que nos es más fácil dormir en la oscuridad
(pero en realidad diferentes longitudes de onda de luz hacen que se
secrete melatonina en diferentes frecuencias). Esta hormona juega un
papel también en el trastorno afectivo estacional (“la depresión
invernal”); interactúa con el sistema inmunológico, tiene propiedades de
antienvejecimiento y sirve como antioxidante.
Si
bien es importante recalcar que para la ciencia actual la glándula
pineal es todavía una región relativamente inexplorada, sabemos que
contiene vestigios de una retina y parece operar como transductor
magnético. Las células pinealocitas en muchos vertebrados no-mamíferos
son similares a las células de la retina (algunos reptiles cuentan con
un tercer ojo parietal fotosensible que les permite usar al Sol como
compás; las aves son capaces de “ver” el campo magnético a través de fotorecpetores que se encuentran en la glándula pineal ). Algunos
científicos creen que las células pineales en todos los vertebrados
comparten un ancestro evolutivo en común con las células retinales (no
es quizás casualidad que la glándula pineal históricamente sea
identificada como “el tercer ojo” o con un ojo dormido, (literalmente parece que es un tercer ojo dormido).
Aunque
las producción de melatonina en la glándula pineal podría estar
determinada por una conexión con los nervios ópticos, es interesante
explorar la posibilidad de que esta pequeña glándula en forma de cono de
pino tenga, en sí misma, una cierta capacidad fotoreceptora y
magnetorecpetora. Recientemente se ha descubierto la presencia de
minerales ferromagnéticos (es decir que pueden actuar como magnetos) en
la glándula pineal. Un estudio realizado en la Universidad de Ben Gurion, en
Israel, encontró la presencia de microcristales de calcita en la
glándula pineal. Los autores del estudio señalan que “estos cristales
podrían ser responsables de una transducción biológica
electromagnética”, lo que es sugerido por su “estructura y propiedades
piezoeléctricas”. ¿Son estos minerales los que interactúan con los
campos geomagnéticos producidos por la lluvia de fotones del Sol que
choca con la atmósfera de la Tierra?
Por otro lado, el Dr. Andrew Nichols ha determinado una correlación entre la actividad geomagnética y la perececpión de fenómenos paranormales.
La percepción del Sol Invisible
Hasta
ahora hemos visto, desde una perspectiva científica, que la glándula
pineal, a través de una sensibilidad –no del todo entendida– a los
campos magnéticos, convierte la luz del sol en un determinado estado
mental. Aquello que se genera a millones de kilómetros de distancia en
la corona de una estrella acaba siendo parte de nuestra modulación
psíquica (el Sol se convierte en tus pensamientos). Esto, a grandes
rasgos, parece ser un razonamiento científicamente intachable . Esto de
manera más sutil, es justamente lo que la filosofía mística (o ciencia
oculta) lleva diciendo miles de años.
Si
bien e descubrimiento de la afectación psicobiológica a los fenómenos
astronómicos es una incipiente, y aún controversial línea de estudio en
la ciencia moderna, antiguamente incluso se tenía una disciplina
específicamente dedicada a estudiar la patología humana y su relación
con eventos astronómicos y movimientos planetarios (más allá de la
astrología): las iatromatemáticas
Que
la glándula pineal podía ser un órgano para percibir una luz invisible
(un campo magnético, por ejemplo) fue claramente atisbado por el
pensamiento védico. En los Upanishads se habla del ser humano como una
entidad compuesta por 10 puertas. Nueve de ellas (los ojos, las fosas
nasales, los oídos, la boca, la uretra, y el ano) llevan hacia fuera, a
la percepción del mundo exterior. La décima puerta, el tercer ojo
(ubicado en el ajna chakra, en el entrecejo, en el caso de Shiva, entre
una guirnalda de serpientes) es el puerto de acceso a los mundos
interiores (al decir interiores la referencia es a las habitaciones
interiores de la mansión de la mente de Dios, donde yacen los mundos
superiores, las dimensiones astrales). El tercer ojo es siempre, a
través de diversas culturas, la apertura divina –la visión holográfica–
dentro del ser humano.
En el Bhagavad Gita se habla de la apertura de esta puerta en el momento cúlmen:
Aquel
que en el momento de la partida no distrae su mente y su amor, estando
en el Yoga (en fusión con Ishvara [el Sol detrás de la oscuridad], con
el Dios Creador, la Conciencia Primordial), quien abre el pasaje de
energía entre los ojos – aquel obtiene el más Alto Espíritu Divino.
Según
la filosofía vedántica advaita, el ser humano proyecta sus propios
atributos en el Brahman, el supremo espíritu cósmico, de suyo
inconmensurable. La aparición del infinito Brahman en la finita mente
humana es conocida como Ishvara, también representado en el Bhagavad
Gita como el Sol. De aquí es posible extrapolar una relación intrínseca
en la recurrente representación de la divinidad como el Sol en la mente
humana, de la luz como lo divino.
La
evolución religiosa de esta relación entre la glándula pineal y el Sol
(una relación del hombre como imagen de Dios) tiene un claro hito en
Egipto. Aquí tenemos una serie de repersentaciones que parecen indicar
que los egipcios tenían conocimientos de la glándula pineal asociados
con un tercer ojo, u ojo espiritual. Por una parte tenemos la
representación como un ojo único de Horus, el dios del Sol, hijo de
Osiris e Isis (“el hijo del nuevo eón”) y como tal símbolo de la fusión
de los opuestos –al igual que la glándula pineal yace en el centro del
cerebro, entre los hemisferios y entre los dos ojos. Este símbolo parece
haber evolucionado en el símbolo cristiano del Ojo de la Providencia
(recordemos que Cristo es un avatar arquetípico de Osiris) y en el
masónico del Ojo en la pirámide destruncada (el Ojo que Todo lo Ve). Ahí
mismo tenemos el báculo de mando de Osiris, en el cual aparece un cono
de pino con dos serpientes entrelazadas. Sin duda uno de los símbolos
más poderosos de la historia, evocando el conocimiento, la medicina y
la alquimia –quizás en un preclaro atisbo, justamente a través de la
visión interna, del ADN—y posiblemente también a la serpiente kundalini
(una conexión entre Shiva y Osiris), la energía vital que se eleva desde
los genitales hasta el trecer ojo y la coronilla, a su paso encendiendo
y depurando los centros energéticos.
El
cono de pino al parecer es un símbolo de la glándula pineal, activada a
través del encauzamiento de la energía kundalini. La forma conífera de
esta glándula hizo que se le llamara “pineal” o relativa al pino, según
fue acuñado por el médico griego Galeno. La presencia del cono de pino
puede observarse en el báculo del Papa y en la misma Plaza de San
Pedro, donde una inmensa estatua del cono de pino está rodeada de unos
pavorreales (aves relacionadas con la divinidad en Egipto).
Estos
dos símbolos, el cono de pino y el ojo en un triángulo, aparecen en
numerosas iglesias y templos alrededor del mundo. Por ejemplo, en la
Catedral de la Ciudad de México puede observarse el Ojo de la
Providencia en más de un altar y en los motivos pineales, que para el
observador incauto podrían confundirse como meras decoraciones, en la
estructura de la nave. Aunque también habría que decir que en la espiral
que forman los conos de pino se ha observado la secuencia Fibonacci y
la proporción del número áureo, así que además de esta connotación
esotérica, tiene una armonía estética que podría atraer sin la necesidad
de una significación oculta.
Es
curioso que el padre del racionalismo –esa filosofía eminentemente
atomista y dualista–, Rene Descartes, haya entrevisto, en lo que para
sus críticos fue un delirio, un centro unitario espiritual en el cerebro
humano. Descartes famosamente designó la glándula pineal como el
asiento del alma. La paradoja es doble, el hombre que concibió el
racionalismo (después de un revelador sueño) usó lo que a la postre
parece ser más la intuición que el pensamiento racional para ubicar el
tercer ojo. En todos los demás sitios Descartes encontraba la dualidad,
menos en esta glándula pineal, la cual describió como una flama pura que
era llenada por espíritus animales y la cual integraba la percepción
humana. Este “gran error” de la anatomía filosófica de Descartes hoy en
día parece como un destello de genio.
No
pretendemos aquí comprobar la existencia del alma humana o que esta se
encuentra en la glándula pineal; sí buscamos formar conexiones
significativas que inspiren a la exploración del simbolismo y del
sentido de nuestra vida dentro del misterio. En este espíritu es
interesante traer a colación el trabajo del Dr. Rick Strassman, una de
las pocas personas que ha podido realizar estudios con dimetiltriptamina
(DMT), una poderosa molécula de acción psicodélica
que, según este médico de la Universidad de Nuevo Mexico, podría ser
secretada por la glándula pineal y podría ser responsable de detonar lo
que se conoce como experiencias cercanas a la muerte. Hay que enfatizar
en que, pese a lo que a veces se dice, Strassman no ha probado que la
glándula pineal genere DMT o que el ser humano secrete, muy similar en
su composición a la serotonina, en el momento de su muerte. Sin embargo,
Strassman sugiere que la glándula pineal cuenta con todos los
precursores necesarios para generar DMT y es el asiento lógico de esta
sustancia que por otro lado, como la melatonina, parece tener una
relación con la generación de vívidas imágenes oníricas, parafraseando a
Shakespeare, parece ser la “sustancia de la que están hechos los
sueños”.
Curiosamente
la ayahuasca, “la viña de los espíritus”, está compuesta de dos plantas
que parecen tener alcaloides que son secretados de manera natural en la
glándula pineal. Por una parte la chacruna, la planta que contiene DMT,
y por otro lado la liana Banisteriopsis caapi, que contiene
alcaloides conocidos como beta-carbolinas, los cuales actúan como
inhibidores de la monamina oxidada y hacen activo el DMT vía oral.
Alcaloides beta-carbolinas como la pinolina y la triptolina se forman en
la glándula pineal de manera natural. Chamanes y sanadores que utilizan
ayahuasca sostienen que sus visiones no son alucinaciones, ¿acaso esto
se debe a que químicamente se consigue activar el tercer ojo en la
glándula pineal?
Esta
relación entre los espíritus y la glándula pineal tiene otra conexión,
que para algunos podría ser solo una casualidad, pero que para otros
apunta a que lo que decía Descartes podría ser una inesperada verdad
metafísica. En los textos del Bardo Thodol (o Libro Tibetano de la
Muerte) se dice que el alma reside en el mundo intermedio (en el bardo)
por 48 días y en el día 49 reencarna en el feto humano. Aparentemente la
glándula pineal puede ser detectada el día 49 en el feto humano, más o
menos el mismo tiempo al que se puede observar por primera vez los
genitales de un bebé. Esto ha sido tomado, de manera especulativa y sin
base científica, como una especie de guiño de que es a través de la
glándula pineal que el alma –o aquella porción divina que posee al
cuerpo—entra al mundo. De cualquier manera merece una investigación más
profunda.
Buena
parte de las prácticas de meditación que conocemos, inundadas sin duda
de la filosofía new age que transforma las viejas tradiciones en cómodas
versiones pop que se ajustan a nuestra idiosincracia moderna
occidental, se centran en la activación o al menos en la concientización
de la glándula pineal (tercer ojo). Proliferan dietas, audiocassettes,
canalizaciones, aparatos cuánticos y demás parafernalia ritualística
dedicada a este “santo grial” (o micro star gate) de la
conciencia humana (algunos incluso aseguran activar tu glándula pineal
por solo $9.99). Se habla al mismo tiempo de una supuesta conspiración
mundial para mantener esta glándula en un estado de sopor masivo. Y
ciertamente la mayoría de las personas adultas tienen la glándula pineal calcificada –algo que ha sido observado tempranamente en niños de hasta 2 años. Dentro de la teoría de la conspiración se cree que esto se debe al flúor
que se utiliza en las pastas de dientes y que se ingiere en el agua
potable de las ciudades –algo que aparentemente sería hecho de manera
intencional por los Iluminati (¿quién más?) dueños celosos del secreto del Ojo que Todo lo Ve,
para negar a las masas el poder de una glándula pineal sana
(percibiendo el rostro verdadero) y activa en un mundo fantasmagórico,
más allá de la ilusión de Maia-Matrix. No ahondaremos sobre este tema,
harto complejo y pantanoso, que suele caer en la más obtusa paranoia; el
lector puede aventurarse por su cuenta.
La
pregunta fundamental es si el tercer ojo, ubicado en la glándula
pineal, esa puerta solar secreta en el cerebro humano, es solamente una
metáfora de la iluminación (y de la aniquilación de la dualidad) o
verdaderamente un órgano en estado de duermevela que puede activarse a
través de ciertas técnicas arcanas y de una correcta interacción con la
energía electromagnética que proviene del cosmos en la forma de fotones
(la partícula que no tiene antipartícula, unidad cuántica de la
información en su estado puro e indeterminado). Muchos de los grandes
místicos de la historia de la humanidad han hablado metafóricamente de
la iluminación haciendo referencia a un ojo que percibe lo que yace
velado y que desencadena un cambio sustancial en la conciencia orgánica.
En
el evangelio de Mateo (6:22) se dice “La luz del cuerpo es el ojo; de
esta forma si tu ojo es uno, todo tu cuerpo estará lleno de luz”.
Se
le atribuye a Buda haber dicho, “Oh hombre de nobleza, recuerda el
cielo puro abierto de tu naturaleza verdadera. Regresa a él. Confía en
él. Es tu hogar”, lo que se interpreta como una metáfora de la
(re)apertura del tercer ojo –también simbolizado como una perla de luz
azul.
William Blake en su poema Augurios de Inocencia,
donde también describe un fractal (un mundo en un grano de arena)
también habla sobre este misterioso ojo: “We are led to believe in a
lie, when we see not though the Eye”. Se nos guía a creer en una
mentira, cuando no percibimos con el Ojo, el Ojo que nació “cuando el
alma dormía en rayos de luz”. ¿El Ojo que ha sido secuestrado por
fuerzas oscuras?
Sir
Thomas Browne lo evoca tangencialmente en una frase que siempre me ha
parecido hermosa y enigmática: “Life is a pure flame and we live by an
invisible sun within us” (“la vida es una llama pura y vivimos por un
sol invisible dentro de nosotros”). Ese sol invisible, en una
interpretación libre, debe de ser el ojo secreto que participa en la luz
divina.
Una
última pincelada de esta relación entre el ojo y el Sol, según los
Brahma Sutras, cuando un hombre es llevado más allá de la muerte “la
palabra se convierte en fuego e ilumina, la respiración se convierte en
viento y purifica, y el ojo se convierte en el Sol y arde”.
El
misterio está cifrado en el lenguaje de los símbolos. La trinidad entre
el Ojo, el Sol, y Dios es uno de los andamios simbólicos más profundos y
enigmáticos. Podemos hablar mucho sobre esta relación y hasta
encontrar destellos poéticos de iluminación verbal, pero no estaríamos
más que rodeando una representación, sembrando un laberinto. Si queremos
comprender el secreto de este misterio, tendremos que probar con
nuestro propio cuerpo abrir ese ojo interno. Todo lo demás será
solamente reciclaje metafísico en torno a un espejo, donde hay un ojo
atrapado que no puede mirarse a sí mismo. O donde alguien cuenta una
historia sobre una supuesta sociedad secreta que se hace llamar “los
Iluminados”.
La antigua práctica de mirar al sol
La
energía del sol es la fuente que alimenta el cerebro. La luz del sol
que entra y sale del cuerpo humano más fácil y directamente a través del
ojo humano, siempre que no se filtra por las lentes coloreadas. Los
ojos son los portales a través del cual la luz del sol entra en el
cuerpo.
Mirar al sol es una práctica antigua que puede inducir la curación del cuerpo y la mente.
Actuando
como un lente fotográfica, el ojo humano es capaz de descomponer todo
el espectro de la luz solar en los rayos de colores diferentes – una
especie de prisma ocular. En una cámara, los diferentes rayos de luz
reaccionan con las sustancias químicas de la película y codifican las
imágenes que tome en consecuencia. Del mismo modo, al entrar en la
glándula pineal en el cerebro, los rayos de luz diferentes son
químicamente codificada en el cerebro y se transmite a los órganos y
sistemas del cuerpo.
Los
órganos vitales del cuerpo dependen de colores específicos del espectro
de luz. Para que las células del riñón funcionen correctamente, por
ejemplo, requieren la luz roja. Las células del corazón necesitan de la
luz amarilla, y las células del hígado requieren la luz verde.
Deficiencias ligeras en cualquiera de los órganos y sistemas del cuerpo
pueden llevar a la enfermedad. Regular al sol mirando puede ayudar a
restablecer el equilibrio y la eficiencia de todas las células del
cuerpo.
La
glándula pineal es una de las glándulas más investigados del cuerpo.
Los científicos han establecido que la luz brillante estimula la
producción de la serotonina y melatonina en la glándula pineal, pero hay
otros neuroquímicos producidos por la glándula pineal, que tienen
efectos más profundos y complejos, aparte de la regulación de los
estados de ánimo, el sueño, la función reproductora y la temperatura
corporal.
Los
científicos se refieren a la glándula pineal como el “tercer ojo
atrofiado”. De hecho, junto con la pituitaria, es el chakra tercer ojo o
centro de energía, mejor conocido como latente en lugar de atrofiado.
De acuerdo a los escritos de Max Heindel rosacruces, en el pasado
distante, el hombre estaba en contacto con los mundos
interiores/exteriores a través de la glándula pineal y la pituitaria
activa. Considerada como la fuente más poderosa y la más alta de la
energía etérea a disposición de los seres humanos, el tercer ojo siempre
ha sido importante en el inicio de los poderes psíquicos (clarividencia
y ver las auras, etc).
Para
activar el “tercer ojo” y percibir las dimensiones más altas, la
glándula pineal y la pituitaria deben vibran al unísono, lo cual se
logra mediante la meditación o mirar al sol. Cuando una relación
correcta se establece entre la personalidad del funcionamiento a través
de la pituitaria, y el funcionamiento del alma a través de la glándula
pineal, un campo magnético se creado. La pineal puede generar su propio
campo magnético, ya que contiene magnetita. Este campo puede interactuar
con el campo magnético de la tierra. El viento solar en la madrugada,
cargando el campo magnético de la Tierra, estimula la glándula pineal.
Por esta razón muchas enseñanzas espirituales afirman que el período de
entre 4 y 6 de la mañana es el mejor momento para meditar y por qué la
salida del sol es el mejor momento para mirar al sol. En esos momentos,
la glándula pineal estimula la hipófisis para que secrete la hormona de
crecimiento humano. Es por eso que a menudo quienes experimentan esta
práctica tienen un rápido crecimiento de las uñas y del cabello, la
restauración del color del pelo, y el rejuvenecimiento general.
Cleopatra solía colocar un imán en la frente para estimular la
pituitaria para restaurar su juventud y buena apariencia.
Las
frutas y las plantas tienen la capacidad de la captar y almacenar la
energía solar. Recibimos nuestra energía del consumo de frutas y
plantas. Cuando comemos frutas y verduras de hoja verde, estamos
comiendo energía solar almacenada.
La
técnica de mirar al sol exige no más que tiempo y atención, y es muy
simple. Uno debe mirar el sol sólo en las horas de la mañana o por la
noche, alrededor de una hora o menos después del amanecer o antes del
atardecer. Mira el sol sale o se pone una vez al día. En el primer día,
mirar al sol de una manera relajada por un máximo de 10 segundos. En el
segundo día, mire por 20 segundos, la adición de unos diez segundos
todos los días sucesivos. Después de diez días continuos de mirar al sol
que se busca al sol durante unos 100 segundos. Los ojos pueden
parpadear y no es necesario ser constante. Para recibir los beneficios
principales de mirar al sol, es necesario aumentar la duración de la
manera anterior hasta llegar a tres meses. Esto le trae a la duración de
15 minutos.
En
esta etapa, la energía solar de los rayos del sol pasan a través del
ojo humano se carga el tracto hipotálamo – la vía detrás de la retina
que conduce al cerebro humano. A medida que el cerebro cada vez recibe
energía extra a través de esta vía, se encuentra una drástica reducción
de la tensión mental y las preocupaciones. Con el acceso a esta fuente
adicional de energía, que son propensos a desarrollar una mentalidad más
positiva y una mayor confianza en sí mismos. Si usted sufre de ansiedad
y depresión, usted encontrará que estos desaparecen. La tristeza y la
depresión se sabe que aumenta con la reducción o la falta de exposición a
la luz del sol. Con menos preocupaciones y temores, su cerebro puede
utilizar la energía que se ahorra y se suministra, además, para la
curación y la mejora del bienestar físico y mental.
Uno de los beneficios reportados con mayor frecuencia de una práctica regular de mirar al sol, es la mejora de la visión.
Dador
de vida, de oro rayos, la atenta mirada eterna, llamado ‘el principio’ y
“la verdad absoluta” por la sabiduría, El Sol es también el primer
médico reconocido de la humanidad. Hemos convertido al sol para curar
desde nuestros inicios.