El ser humano emite biofotones de baja
intensidad. Estar hecho de la misma materia que las estrellas tiene sus
consecuencias y una de ellas es que los seres humanos emitimos luz. Aunque esta luz es
invisible para el ojo humano, científicos japoneses han comprobado que
el cuerpo humano produce biofotones como resultado de su metabolismo
energético.
Científicos del Departamento de Electrónica y Sistemas Inteligentes
del Instituto Tohoku usaron una cámara criogénica CCD sensible a
emisiones fotónicas super débiles, descubriendo que el cuerpo humano produce pulsos rítmicos de luz y es
el rostro el que emite una mayor cantidad y más constante de biofotones
(resplandor del rostro que, en el arte de la Edad Media, se representaba
en la aureola angelical).
También notaron que existe una mayor emisión luminosa durante la tarde en
contraste con la mañana y la noche, lo cual probablemente se deba a
cambios en el metabolismo, algo que puede ser observado en las especies
activas basadas en el oxígeno. Asimismo, sujetos que habían sido
privados del sueño marcaron una menor luminosidad —de ahí que, quizá,
dormir bien sea brillar más.
Sería interesante investigar hasta qué punto la producción de
luminosidad humana, aunque invisible para el ojo humano en condiciones
normales, podría estar relacionada con la visión áurica que algunas
personas dicen tener: perciben colores cambiantes según el ánimo y la
energía de una persona, como una capa distintiva de su personalidad
(fenómeno que llaman “traje espacial de luz”).
El científico canadiense Jeremy Narby, que investigó la etnobotánica
de indígenas de la selva amazónica, cree haber encontrado una relación entre los biofotones emanados por el ADN y los
descubrimientos medicinales de los chamanes, quienes aseguran
obtener su información a través de la comunicación con ancestros
luminosos. Algunas de estas comunidades indígenas han logrado descubrir
combinaciones de plantas que actúan como agentes químicos que a través
de un método tradicional de prueba y error tardarían millones de años en
encontrar, tal es el caso del curare.
El ADN emite fotones al intercambiar señales de célula a
célula en un rango de distribución espectral de 900 nanómetros
(infrarrojo) a cerca de 200 nanómetros (luz ultravioleta), justo en el
borde de la banda visible del ojo humano. Narby plantea que posiblemente
los chamanes o curanderos logran acceder a un nivel de información bio
molecular a través de las tecnologías de la conciencia (como la
ayahuasca) y relaciona las representaciones de la serpiente helicoidal
como fuente de la creación (Génesis: la serpiente que aletea en el agua
primordial) compartida en muchas culturas con la estructura del ADN: la serpiente del código cósmico.